Arrodillado
con un padrenuestro a medias.
Y otro que viene de camino.
Pero tú me miras
con el mismo cariño de siempre.
Y puedo ver en tus ojos
la misma ilusión
de cuando has quedado para tomar
un primer café,
que sabes que será para toda la vida.
Es cuando yo
soy el que dejo la oración
a medias.
Con una manta en el suelo
junto a un catecismo.
Es lo que tiene no fiarse
de sí mismo.
Con la certeza
de qué este poema,
no se atascará en el valle
de los corazones
que miran para otra parte.