La sal,
no llegó a unos ojos
que lloraban por ti.
¿Un beso?
Cuando ni un abrazo.
Yo que he bebido de espejos
que solo me daban sed
y que he venido a verte
a beber cariño.
Que me he arrastrado
por suelos de mármol
y aun así solo tengo piedras clavadas.
Acaso un abrazo.
Una mentira piadosa a mi corazón.
Que el mármol no es para siempre.
Me di cuenta
que una pluma no hacen dos alas,
pero sí hace que lata un corazón.
Y que hablar con la luna
es solo cuestión de querer hacerlo.
Por eso,
no te estoy pidiendo un abrazo
que tantas veces me has dado,
de los de siempre.
Para eso me tengo a mí.
No te pido espejos
que me digan que me dan agua.
Acaso,
un abrazo,
que traiga un beso,
que haga latir un corazón.
Si la sal
de un abrazo tuyo
no llega a mis ojos,
porque síes, atornillados a mi sien,
no dejarán de hacerme daño.
Y mi corazón se oxidará,
mojado por un agua que no proviene de ti.
Si un abrazo tuyo,
nace y muere en mí.
Acaso nacer y morir a tu lado,
es decir te quiero.