Solo me queda mi nombre.
Eso y un paso tras otro.
Un automatismo en mi forma de andar.
Una cojera síncrona.
Todo se marchó contigo
Una tarde, cuando las hojas
no habían cambiado de color
y tu mirada iba recogiendo
cada parte de mí.
Todo aquello que no me sobraba,
¿A quién le sobra un corazón?
Pero que ya no era mío.
Solo me queda mi nombre
y el poema que estoy escribiendo,
y eso porque no conoce tu mirada,
si así fuera,
no podría llegar a terminarlo
sin que me lo robaras.
Solo me queda mi nombre
y un te quiero a gritos
mezclado con versos
sacados de un resquicio
que me quedó de mi corazón.
Versos que se descolgaron
cuando esa tarde
aun con hojas
me miraste de esa manera,
en la que era todo o nada.
Solo me queda mi nombre
y un abrazo que me debo
antes de que me diluya
y que tu mirada
me lleve a tu percepción
y deje de ser yo.
Y cuando las hojas cambien de color,
y yo ya no sea ni mi nombre,
al menos tendré el recuerdo de tu mirada.
Entradas relacionadas
2 comentarios en «Cuando las hojas cambien de color»
Deja una respuesta
This website uses cookies. By continuing to use this site, you accept our use of cookies.
Como no aparece el icono para pinchar el “Me gusta”, te dejo aquí mi buena impresión del poema. Salud.
Muchas gracias. Saludos.