"No recuerdo nada igual ni los más ancianos conocieron algo tan perverso algo con recuerdo algo sin piedad. En el previo éramos grandes Nada nos podía parar En el previo IGNORANTES Mi primera lección a anotar. En el previo Dios mío era un tragín un no parar Pues nos quedamos en casa Paramos, Reflexionamos, ahora nos indicaran... En el mientras El yo me guardo Era la solución Que pena Que en el durante Para algunos Se acabó. Que tengan que ser los mismos los más viejos del lugar los que han pasado más penas los que nos han enseñado los que nos han mostrado aún sin hacerles caso los que nos han dado los que nos han cobijado Cuando andábamos mal. Que algo tan perverso se los llevó Que algo de la nada nos lo quitó. Con posterioridad a la tragedia se regresó ya no mandaba don prisa Ya no era consorte don estrés sobre todos se posaba don precaución. Con el paso de los años os puedo asegurar por más que lo intente no recuerdo nada igual. El sonido de las 8 Os lo juro es verdad Da a mi alma ... tristeza y alegría por igual. El sonido de las 8, no lo he conseguido olvidar, esas palmas a lo alto nos permitían continuar."

Cerré el libro, necesitaba pensar. Necesitaba respirar. Mi mente iba demasiado deprisa. La propia lectura me había llevado a un estado lejano, creía haberlo olvidado. Una sociedad en el que el estrés era algo del pasado, algo que consiguió enterrar el ser humano. El valor, algo tan antiguo, de lo que tenía entre mis manos, entendí que no estaba en lo tangible. Nunca es tarde.
Lo que tenía entre mis manos, lo había escrito mi abuelo, y me lo había regalado siendo yo todavía un niño. Hasta este momento no había reparado en él. Habían pasado 2 años desde su fallecimiento. No podría decir, la verdad ni me importa, como he me he puesto a leerlo. Es verdad, todo hay que decirlo, cuando este manuscrito fue escrito, todavía estaba en la plenitud de sus facultades. Ahora, y sólo ahora, un vuelco en mi corazón. Ahora y sólo ahora conseguía medio entender sus palabras. Esas palabras, frases, lamentos,.., apagándose a lo largo del pasillo. Esas pesadillas de madrugada que alteraba nuestra fase REM.
- ¡Me ahogo! No puedo respirar. Algo tan perverso, tan pequeño. - decía.
- ¿Cuánto falta para las 8? - No hacía más que repetir.
-Tenemos que salir a aplaudir. No les podemos dejar caer. Si se caen, ¿quien nos va a sostener? Ese sonido...
- ¿Cuál?
- El de las 8. Nunca lo he podido olvidar.
Decidí descansar. Aquel pequeño relato había removido cosas en mi interior que mi generación no estaba preparada para entender. Nos parecía un cuento, algo que nunca podría ocurrirnos.
Jesús que bonito, quiero que hagas más 🙂